La mañana comenzó tempranito, sobre las 6 y 10 más o menos. Desayunando tranquilamente, como a mí me gusta. Tostada de margarina y dulce membrillo, zumo de frutas, leche con copos de avena…
Echar la bici al coche (el día antes no pude) cargar nevera, mochila y en marcha, pasando por Villafranca, Zafra (con control de alcoholemia incluído), Valencia de las Torres y Llerena.
Como me habían adelantado furgos con bici dentro, no tuve mayor problema para encontrar el sitio de la carrera, ya que les seguí y me llevaron directamente.
Al llegar bien temprano, fuí de los primeros en sacar el dorsal con el chip, la camiseta de recuerdo, colocar el dorsal en la bici, vestirme y calentar un poco, no por preparar las piernas, que hubiera necesitado media hora al menos, sino por ver que la bici iba sin muchos problemas. Alguno sí que tenía, ya que los cambios fallaban, pero no era algo grave.
Justo antes de la salida, en segunda fila, bajo el arco, saludo a Fernando Torres, con quien ya coincidí en el podium de la Marcha “Matanza y Pitarra” de Ribera del Fresno del año pasado. Me comenta que no puede “defender su victoria” por una lesión y que le hubiera gustado. También saludo a un compañero de una pasada ruta en Logrosán, en el mes de noviembre, que es de Almendralejo. Nos comentamos los objetivos personales de cada uno (él: ir a tope hasta petar. Yo: ir regulando para intentar bajar de los 3h35m). Allí mismo, la organización nos comenta que primero se va a hacer un tramo neutralizado, hasta salir de Llerena y, al pasar una vía (la primera vez, porque pasamos 3 veces) ya sería tramo cronometrado.
El caso es que se salió, desde el primer momento, a tope. Primero por calles anchas y luego más estrechas, hasta pasar por una calleja donde solo se podía ir en dos filas. Y me pasa lo de (casi) siempre: detrás de alguien más lento que me impide progresar.
Veo que el grupo delantero, formado por unos 20 – 25 componentes se destaca, sin ir demasiado rápido, imagino que por el fuerte viento frontal (recordad que la carrera se disputó bajo una enorme borrasca).
Por detrás, tirando fuerte, los que nos hemos quedado un poco atrás y algunos que veían que ese ritmo era demasiado para ellos.
Compruebo que el pulso se me estaba disparando, aunque peor el dolor de piernas de tener que ir a tope, en frío y con el viento de cara, así que miro para atrás y veo que se aproxima un grupito de unas 10 personas que me lleva para adelante, aunque es poco rato el que puedo aguantar, desfondado por completo por el esfuerzo anterior.
Y aquí se acaba la carrera en cuanto a puestos finales, ya que poco varió mi posición final en meta (Puesto 35 de la general).
Salimos de los descampados y nos metemos en la primera subida, precedida por unos preciosos caminos entre las dehesas, que nos llevan a Fuente del Arco. Giro a izquierda por la calle y vemos la primera rampa, aún dentro del pueblo. Bajamos por el resbaladizo túnel bajo la carretera EX200 y para arriba por un camino que ya conocía, pero en bajada, de la Marcha de hace dos años, aunque en mucho mejor estado.
Subo a mi ritmo, sin tirar muy fuerte, aunque poco se puede regular en rampas de hasta el 20%. Mientras tiro de riñones, veo que el pedal izquierdo me da dando tirones, como si estuviera flojo, o el propio eje pedalier.
En un descansillo hago una pequeña prueba, en marcha, para ver qué problema puedo tener y resulta que era la cala de la bota, que estaba floja, así que trato de tirar sólo haciendo fuerza para abajo, sin acompañar en la subida del pedal (pedaleo en pistón, en lugar de redondo).
Corono y allí está el primer avituallamiento, donde pregunto si tenían asistencia técnica. Algunos corredores me dicen que no tienen nada, solo lo básico (reparación de pinchazos y la bomba, como yo) y uno, incluso, me dice que suele llevar una bolsita con herramientas, pero que hoy no la lleva (y veo, claramente, que sí la lleva, no debajo del sillín, sino en el cuadro debajo del bote. En fin…)
Empiezo la bajada con la incertidumbre de si se van a soltar las calas y en un cruce con una carretera, vuelvo a preguntar a la gente que estaba por allí, guardias civiles, organización… y uno me dice que cree que sí. Me paro, espero un buen rato a que el chaval busque entre su mochila y nada, solo destornilladores que no me sirven.
Me vuelvo a subir a la bici y comienzo la segunda subida, que se divide en dos partes, la primera, hasta la ermita de Nuestra Señora del Ara, cerca la famosa Mina de la Jayona, un sitio donde habrá que volver en otra ocasión más tranquilamente, donde estaba el primer control de dorsales y donde, por fin, hay alguien que tiene llaves para apretar mis calas, que las aprieto bien, aunque un poco torcidas por las prisas.
No había sido mucha la gente que me había adelantado en estas tres paradas, si acaso 10 – 12 ciclistas, y en la segunda parte, hasta los cortafuegos, en Reina, fui alcanzándoles, gracias a la no excesiva dureza del trazado, nada técnico y con pendientes medias (8 – 12%)
Empezamos la bajada, muy embarrada y con muy fuerte pendiente, lo que la hacía muy deslizante y peligrosa. Peligro que se incrementaba por el fuerte viento y las primeras gotas de lluvia que empezaban a caer.
Después terreno muy duro, con bajadas rápidas entre eucaliptos, pero obligados a tener mucha precaución para no tener caídas y subidas sorpresa de gran desnivel. Y fue ahí donde sentí el primer pinchazo en la parte trasera del muslo. Habían venido los calambres en el peor momento, cuando estaba viendo que tenía que tirar un poco más, ahora ya con las calas apretadas, para intentar conseguir el reto de hacer diploma “oro” (Menos de 3h35m).
Subo piñones, me pongo de pie en la bici, termino esa rampa como puedo e intento estirar un poco la pierna, a ver si es solo un aviso y no pasa más. Que me lo creía yo. De ahí en adelante, y faltaban casi 20 kms, tuve que bajarme de la bici y seguir andando en cuanto el trazado tomaba pendientes de alto porcentaje. Y fueron muchas, muchas veces, demasiadas diría yo, porque la tercera subida, que en perfil se podía ver que era constante, en realidad no lo era.
Tras el paso por Trasierra, subida a los repetidores de Llerena, con rampas de 200 metros y un poco de bajada, así hasta 6 o 7 veces, o quizás 8, que se me hicieron interminables, teniendo que bajarme, como ya comentaba antes, en varias ocasiones.
Comenzamos la bajada entre la niebla y la lluvia, pidiendo paso a algunos corredores que se habían unido a la ruta provenientes del recorrido corto, y siendo alcanzado por otro que había dejado atrás en la subida.
Antes de marchar de vuelta a casa, limpiar bien la bici, en la misma manguera quitarme yo gran parte del barro de las piernas, guardar la bici, ducha semicaliente, más bien fría diría yo, comer algo, ya en el coche, y para casa.
Al final, 3h 39min por mi reloj. 10 minutos más por la organización y la sensación de que en condiciones climatológicas normales y sin los problemas mecánicos (calas y cambios desincronizados, principalmente) hubiera podido bajar bastante esa marca. Lo dejaremos como reto para el año que viene.