La Fiesta de la Democracia


Hace semana y pico tuvieron lugar las últimas elecciones en España, bueno… y en toda Europa, ya que fueron, como bien sabéis, las elecciones al parlamento europeo. Del resultado bien os habéis enterado, queráis o no, gracias al resultado, que si el fin del bipartidismo, que si el ascenso de los partidos «euroescépticos», que si el avance de la extrema derecha en países europeos.

En estos países no sé cómo irá la cosa para elegir a los representantes en las mesas electorales, pero aquí en España, desde hace tiempo y, hasta que se vaya avanzando hacia el voto telemático y podamos votar desde casa sin tener que ir a ningún sitio, el sistema afecta a toda la población con derecho al voto. Es decir, todos los votantes podemos formar parte de alguna de las mesas, bien como presidente, bien como vocal o incluso, como lo fui yo en una ocasión, como suplente.

En los dos primeros, los que sí tienen que estar en la mesa, se cobra una pequeña remuneración, unos 60 euros, creo, por estar desempeñando la función de contar quien va y quien no va a votar y si éste lo hace de manera correcta y esto lo comprueban unos personajes, designados por los partidos políticos, llamados «apoderados» que, si no me equivoco, no cobran por esta función.

Estos días, con motivo de dichas elecciones, he podido leer dos artículos – reportajes, de dos personas que estaban designadas para una mesa, cada una en una punta de Extremadura con casos muy diferentes. En el primero, una chica, en Hervás, que alegaba su condición de objetora de conciencia, no creyente en el actual sistema democrático, que comunicaba, a los medios, que no iba a acudir a su mesa.

Por otro lado, un señor de Monesterio, trabajador y que sí acudió a su mesa pero que, como protesta, ha donado los 60 euros que le corresponden, a una entidada benéfica (Cruz Roja) en señal de protesta y, como él mismo dice,

» las mesas electorales deberían estar compuestas por  personas que se encuentren en situación de desempleo, ya que yo hoy en día por suerte dispongo de un trabajo y los fines de semana me gusta descansar y disfrutar con mi familia»

Sinceramente, creo que debería tener en consideración la situación laboral – económica de las personas que participen en este tipo de «actos», más que sea una elección «al azar». Está bien que cualquier persona, independientemente de su estado, condición, creencia o ideología, tenga que prestar su servicio, aunque sea de manera obligatoria, pero en situaciones como la actual (y siempre, porque nunca vamos a estar en pleno empleo) se debería dar prioridad a quienes más lo necesiten.
Un buen ejemplo el de ambos.